A propósito de la Feria del Libro

Cuando iba a la universidad la Feria del Libro de Bogotá era para mí todo un acontecimiento. Recorría los pabellones comiéndome con los ojos las publicaciones más bonitas, las más difíciles de conseguir, los libros de otras tierras, pero el dinero alcanzaba tan sólo para las ediciones de bolsillo.

Hoy vuelvo más de 15 años después a encontrarme igualmente con la fiesta de los libros, ya no como lectora sino como autora incipiente de un libro de poesía, Esa parte que se esconde. Lo que he descubierto hasta ahora es otra feria, es el encuentro de los mundos que confluyen alrededor del libro: el de los autores, los editores, los distribuidores y la prensa.

Y es que en la feria desde los más famosos hasta los que estamos empezando como yo, estamos ahí buscando propiciar el encuentro. Para demostrarlo sólo tengo que enumerar las cosas que me pasaron en un día:
Llegué en medio de la lluvia bogotana a encontrarme con la periodista Pilar Schmitt que hizo una nota sobre mi libro. Buscando conseguir más prensa me fui al puesto de Radio Nacional y allí me encontré con Juan Carlos Garay, ex compañero de universidad y escritor, que charlaba amenamente con otro invitado ante los micrófonos. Cuando terminó el programa me acerqué a saludarlo y el invitado resultó ser Luis Fernando Afanador. De ahí pasamos a la cafetería para almorzar y de repente me encuentro yo conversando de la escritura y disertando sobre la lectura con este consumado lector, poeta, encargado de hacer las reseñas de libros en la revista de actualidad más importantes del Colombia, Semana.

Después del almuerzo recorrimos algunos pabellones en busca de libros especiales como una novela gráfica de Herman Melville o los libros objeto que hace Ediciones Tragaluz. Pasamos a buscar a un conocido mío pero no lo encontramos en su puesto, en cambio estaba allí el poeta Uriel Cassiani, oriundo de palenque, una comunidad de afrodescendientes colombianos que tiene su propia lengua. Y mientras yo conversaba con el poeta, Luis Fernando
se encontró con los dueños de la editorial Rocca. Con ellos nos fuimos a tomar un cafecito y en la fila antes de nosotros estaba el reconocido poeta colombiano Juan Manuel Roca quien terminó pagando la cuenta generosamente para luego marcharse.

Esta vez la conversación giró en torno a la feria y sus costos. La entrada vale 7.000 pesos (3.5 dólares) mientras que en la de Guadalajara la entrada es gratis, criticaba uno. Durante la semana los colegios llevan a sus alumnos a la feria, pero el constante recorrido de los chicos que se ríen y se tratan a empujones y gritos distrae al lector en la búsqueda de sus libros, dijo alguien más. La exhibición de correspondencia de Vargas Llosa está buenísima, acotó Luis Fernando y el pabellón especial de Ecuador país invitado muy bonito.

El encuentro se disolvió cuando llegó la hora de asistir a uno de los muchísimos eventos programados que tiene la feria. Yo partí rumbo a Sociedad de la Imaginación y allí me encontré con mi amigo el gestor cultural Milciades Arévalo,
el culpable de que yo esté visitando la feria pues me incluyó en un recital. Me presentó a una poeta y luego conocí a un gestor cultural de Aracataca, el pueblo donde se crió Gabriel García Marquez. De repente alguien me llama, al otro lado del pasillo está Milciades departiendo con un grupo de personas entre ellas Juan Manuel Roca. Me lo presentan, le cuento algo de mi y seguimos conversando en un ambiente relajado e informal. Una periodista interrumpe porque quiere hacerle una entrevista al famoso poeta y yo me escabullo de regreso al Puesto de Combate.

Ya empiezan a cerrar los puestos. Los pies me duelen, tengo en la cabeza millones de impresiones, en la libreta números y contactos nuevos. Tengo la maleta cargada con pocos libros. No he podido recorrer los pabellones como un lector anónimo, pero he descubierto ese otro mundo que sucede en las ferias y al que el lector casi nunca accede más allá de la foto con el autor, del autógrafo.

Esta crónica fue publicada en mayo de 2011 en Librusa.com. La reproduzco hoy en coincidencia con la inauguración del Miami International Book Fair, con nostalgia por las buenas ferias de libros.

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