Angel de la escritura pasa volando por Miami


Angela entró al salón de la Feria del Libro, donde se presentaría junto a su más reciente novela "Ella, que todo lo tuvo", con la contundencia de quien sabe que es su momento de salir al escenario. Pero siendo ella, no supo cuál de las dos puertas abrir y cuando lo descubrió el público aplaudía rotundamente. Lo primero que noté fue su cabello largo, rizado y esponjoso, color rubio cenizo, que ella usa a manera de sombrero para taparse la cara. Trajo también consigo un cuerpecillo delgado enfundado en unos ajustados pantalones (o eran bluyines), botas altas de cuero negro, camisa blanca abierta hasta el escote y chaqueta negra. Al sentarse dejó sobre la mesa la bufanda que traía al cuello. Nos miró de frente.

El auditorio estaba poblado en su mayoría por mujeres. Seríamos unas 40 personas. Los ojos de Angela se opacaron un poquito cuando dijo que el espacio estaba medio vacío. En comparación, momentos antes el ex narcotraficante y escritor Andrés Lopez, había casi llenado la sala. Un grupito de adolescentes que estaban allí por encargo de la maestra llegaron todos juntos y se sentaron igualmente.

Poco después empezó un monólogo en donde ella misma se hacía las preguntas que pensaba que nosotros haríamos y nos regaló sin arrogancia ninguna detalles de cómo es su vida de escritora. Nos confesó que es una lectora incansable y que tiene varios autores a quien le gustaría tener de frente para hacerles esas mismas preguntas. Reveló que a la hora de leer subraya sus libros, pero explicó que al releerlos ya no está de acuerdo con el subrayado, sino que piensa que debe subrayarse más bien otro pedazo y cómo el lector está haciendo un proceso creativo al momento de sentarse frente al libro. “Un libro es una materia viva” nos explicó.



Pasó entonces a contarnos detalles sobre su más reciente novela “Ella que todo lo tuvo”, premio Planeta Casamérica. Nos comentó cómo el personaje principal se le apareció un febrero helado en Florencia, Italia, dentro de un bar. Se trataba de una mujer muy hermosa y rica en apariencia, con una mirada muy, muy triste. Aquí hizo un paréntesis para decirnos que ella escribe por aburrición, que la vida le parece aburrida y por eso escribe y reveló una técnica de todo buen escritor: “hay que observar, dijo, porque observando aprendemos”. Durante cierto tiempo tuvo este personaje en la cabeza, pero siempre posponía el momento de empezar a escribir la historia, porque sabía intuitivamente que iba a ser dolorosa. Y añadió que “las historias llegan cuando a ellas les da la gana de instalarse”. Nos contó que se peleó con esta novela y la absorbió tanto hasta el punto de que cuando empezó a escribirla se tuvo que ir de casa y vivir el encierro de la protagonista en un hotel. Otra imagen impactante que nos narró fue la de ella misma gritando como loca bajo la ducha para sacarse de encima el dolor del personaje.

De repente en medio de la presentación y ante la desparpajada protesta de Angela que les decía que no lo hicieran, los muchachitos de colegio se levantaron de sus sillas y se fueron en fila india tras la maestra que adujo debían volver a casa antes de cierta hora. Retomó el monólogo hablando de cómo vive, de la casa que tiene en el bosque en las afueras de Barcelona, de la imagen surreal de los conejos que la persiguen cuando sale a trotar por el bosque con una bolsa de zanahorias para repartir entre sus peludos amigos, de sus hijas, de su marido, del altillo que tiene en su casa, su torreón de paredes escritas, lleno de cachivaches que va recogiendo en sus viajes por el mundo. Fue en ese momento que nos contó cuánto le gusta el incienso y por qué lo compra en Sevilla. “Compro mi niñez allí” dijo explicando que su madre la llevaba a misa de pequeña. Finalmente nos contó que por las tardes se sienta a escribir dos páginas diarias.



Al final de la charla me armé de valor y le hice una pregunta vaga, los nervios me traicionaron, y creo que lo que debió sonar como un halago, sonó más bien a lambonería (adulación interesada en colombiano). Después de mí, una muchacha tomó el micrófono y con firmeza aseguró que sus libros la habían movido hasta el alma, mientras sus otras dos secuaces asentían. El público aplaudió con júbilo. Fue allí que se terminó la presentación y una larga fila de lectoras se decidieron comprar el libro que ella firmó gustosa. El mío ya lo había comprado antes de la presentación, pues aunque quería escucharla no necesitaba hacerlo para darme cuenta de que es una de las buenas y pocas escritoras colombianas que tenemos, no en vano he leído sus dos primeras novelas “De los amores negados” y “El penúltimo sueño”. “Ella, que todo lo tuvo” me queda de tarea y el autógrafo me queda de recuerdo.

Comentarios

  1. Excelente cronica de una noche literaria. Que buena observadora! Gracias por compartir tus impresiones.

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  2. Anónimo9:13 p. m.

    Me gustó muchísimo tu "impresión" sobre lo ocurrido en esa presentación, por agudo y por sincero.
    Rodolfo Pérez Valero

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