Muñones

La vio llegar del mercado cargada de bolsas. Tenía puesto un vestido de florecitas negro con rosa que dejaba al descubierto sus esbeltas piernas y por primera vez en casi un año sintió en su vientre bajo el pulsar del deseo. Los ojos se le iluminaron. Atrás dejó la televisión y se acercó hacia ella para ofrecerle poner las bolsas en sus regazo, en lo que quedaba de sus piernas. Así lo hicieron y Juan Esteban se deslizó en su silla motorizada hasta la cocina.  Mientras ella tomaba las bolsas y las ponía en el mesón, aprovechó para deslizar su única mano bajo su falda. Margarita se quedó quieta de espaldas a él, por eso Juan Esteban no pudo ver la cara de terror que se apoderó de ella a la vez que se preguntaba a sí misma si sería capaz…

Esa mano solitaria no tenía la fuerza de las dos, esas dos manos que agarraban sus nalgas y las apretaban fuertemente provocando en ella un desasosiego que sólo calmaba con sus besos. Eran los tiempos de la adolescencia y la mitad del placer consistía en hacer todas estas maniobras a escondidas de sus padres, a plena luz del día, en el patio de la casa. Esa mano solitaria se deslizó por entre sus calzones para acariciarla con la misma destreza de antes, de aquella época de su breve luna de miel, cuando hacían el amor en medio de la selva refugiados por la sombra de un arbusto, recostados en camas de hojas, de musgo, de monte. Esa mano solitaria, hoy la hacía temblar, pero no de placer, sino de miedo.

Recostó su cara contra sus nalgas, esas nalgas imponentes que no le dejaban ver su rostro, esas nalgas que él había amasado tantas veces ahora se le imponían como un deber. Sintió una punzada de dolor en la mano inexistente. Donde antes estaban sus dedos recordó la forma exacta de sus pezones y experimentó por primera vez en meses una erección. ¿Cómo sería capaz de complacerla? ¿Era posible acaso que su sólo sexo pudiera satisfacer todos los deseos del hambre voraz que él le había conocido cuando ella tenía tan sólo 14 años?  Tantos años de navegar en su cuerpo como un experto y ahora con este muñón, ¿cómo podría acariciarla? ¿Cómo saciarla, cómo hacerla mujer, cómo ser hombre en esta nueva forma mutilada y dolorosa? Su ansia de poseerla era más fuerte que sus dudas, y lenta pero firmemente atrajo esas nalgas, hasta que las hizo sentarse sobre su sexo erecto y con la única mano atrapó su seno al vuelo, libre de brassieres y ataduras.

Margarita se dejó hacer. No quería ser una autómata, pero no sabía que sentir. Cerró los ojos tratando de concentrarse. La mano solitaria jugaba con su pezón que lentamente se erigía, una pequeña torre enclavada en la duna de su seno de arena. Sus palabras soeces rompieron el silencio, igual que antes, que en aquellos tiempos de recién casada cuando él la visitaba los días que le daban libre en el batallón y llegaba con un ansia loca de comérsela y decía cosas así como que te voy a chupar toda mamita y mil palabras cada vez más y más vulgares. A ella se le aceleraba el pulso cuando la embestía contra una pared, cuando sus piernas fuertes de soldado la levantaban en vilo y sus sexos seguían entrelazados mientras pasaban del muro a la cama. Y ahora que no había piernas sino muñones resecos, ¿ahora qué?

Juan Esteban sintió su frialdad y se detuvo. Quiso huir, pero no supo cómo, aprisionado aún bajo el peso de sus contundentes nalgas. Se deshizo del seno y le pidió muy quedo que se levantara. Pero ella no obedeció. En cambio se volteó y lo besó en la boca. Luego sí se levantó y lo condujo hasta el cuarto. Lo ayudó a pasar de la silla de ruedas a la cama. Pero antes lo desnudó. Margarita vio sus pectorales, sus abdominales aún fuertes de soldado aguerrido. Le quitó la sudadera y los calzoncillos blancos y la vista de su miembro erecto a medias provocó algo inusitado en ella. Vio también los muñones y extrañó sus pies de varón bien plantado. Luego se quitó rápidamente el vestido y los calzones y se tendió desnuda en la cama junto a él.

Juega conmigo, le dijo, coqueta y cerró los ojos. Ahora era Juan Esteban el que se sentía paralizado por el terror. ¿Qué hacer con este cuerpo joven? Apoyado en el codo de su brazo mutilado, extendió su única mano para amasar lentamente su torso. Ella cerró los ojos y se dejó hacer, ignoró el perenne frío de la ciudad que inundaba su pequeña habitación de paredes desnudas y poco a poco sintió una tibieza que empezaba a invadirla. Cuando la mano de Juan Esteban llego a su sexo, ella ya era río, lago, cascada. Fue entonces cuando ella atrajo su boca hasta sus labios y probó un beso húmedo y sensual que la dejo aún más empapada. Con los ojos cerrados saboreó su boca y descubrió los mismos labios carnosos que la hacían feliz desde hace seis años.

Algo en ese beso revivió en ella la pasión loca que sentía por ese muchacho de uniforme al que había jurado amar toda la vida y la hizo dejar de lado la compasión que la invadía desde que lo vio en el hospital lleno de vendas. Abrió los ojos y descubrió su cara, sus ojos de gato enamorado.  Sin mediar palabras invirtieron los papeles. Ahora era él quien recostado sobre la colcha de colores vibrantes sentía en su cuerpo las manos de ella.  Ávidas, ansiosas, atraparon su sexo en el aire y jugaron con él un instante para luego abandonarlo. Margarita recostó su cuerpo junto al de Juan Esteban y en un sensual abrazo siguió su recorrido con la punta de sus dedos, desde la coronilla, pasando por el perfil, siguiendo al pecho y finalmente deteniéndose en el muñón del brazo izquierdo.  Su boca siguió tras las huellas de sus dedos y fue dejando aquí y allá besos regados, abandonados en el cuerpo varonil y tembloroso. Todo iba bien hasta que presa del deseo Margarita sin pensarlo mucho se dio a besar el muñón de su brazo.

Un grito de dolor irrumpió entre los gemidos de placer y la cara desfigurada de Juan Esteban le indicó a Margarita que algo no iba bien. Me duele, fue lo único que el atinó a decir sin explicarle que en realidad el dolor que sentía era imposible pues provenía de una mano que había dejado de existir el mismo día en que sus pies volaron en mil pedazos a causa de la mina quiebra-patas. Tomó con su mano el muñón palpitante y respiró profundo hasta que el dolor pasó. Esos suaves besos habrían activado algún nervio, pensó. Ya le habían dicho en el hospital que esos dolores fantasma no eran nada raros en casos como el suyo.

Ella sintió el impulso de abandonarlo todo y salir corriendo, pero se contuvo. En cambio se cubrió con la colcha para espantar el frío y recostó su cabeza en el hombro de él. Era la primera vez que compartían un momento de intimidad desde aquel fatídico día de junio en que sus ilusiones estallaron en el aire. Mientras tanto, Juan Esteban se concentraba en la sensualidad de sentir sus cuerpos desnudos bajo la colcha y trataba de olvidar el imposible dolor. Se quedaron así, adormilados un rato bajo la tibia luz de la tarde. Ella se giró hasta quedar de espaldas a él y fue entonces cuando el empezó a hacer dibujos en ese lienzo viviente que ella le ofrecía. Las cosquillitas se fueron metiendo cada vez más dentro de ella hasta que despertaron de nuevo el deseo. Lo sorprendió volteando la cabeza y ofreciéndole una inmensa sonrisa seguida por un beso caliente, arrasador.

De nuevo Juan Esteban sintió la erección naciente y de repente un zarpazo que atrapó su sexo al vuelo, arriba, abajo, acariciándolo suavemente como sólo ella solía hacerlo. En un instante, con una maniobra de ayudante de mago, su boca desapareció de sus labios para apoderarse de su sexo. Juan Esteban sintió la tibieza, la humedad y deliró sintiendo el placer de sentirse amado, valorado en su hombría, al menos tenía aún este pene duro, pensó. El impulso de penetrarla se hizo más fuerte que nada. Con la fuerza que aún tenía en su brazo intacto, la recostó suave, pero firmemente sobre el colchón. Repto empujándose con la mano y el codo del brazo mutilado, y movió los muñones de sus piernas en un pataleo desesperado por quedar sobre ella, pero no lo logró. Desistió recostándose boca arriba y una vez más se sintió torpe e inútil.

Margarita no le dio tregua, no podía hacerlo ahora que lo veía tan dispuesto al amor, ahora que ella se había despojado del asco. Ahí estaba de nuevo su boca arriba y abajo sobre su sexo lánguido. Trabajó con empeño hasta lograr una vez más la erección y haciendo gala de sus artes de malabarista trepó sobre su cuerpo e introdujo el miembro en su tibieza. Juan Esteban olvidó su torpeza y todo lo demás al rozar la suavidad de sus entrañas. Esta mujer era un volcán que lo devoraba.  
   
Cabalgó sobre él a voluntad, con la libertad del que sabe que la cabalgata puede durar lo que quiera. Se sintió libre de sí misma mientras él se aferraba con su mano a su seno y el muñón descansaba en su cintura. En esos breves instantes de intimidad ya se había acostumbrado al roce suave de esos pedazos de piel brillantes y le inspiraban ternura. Fue esa ternura la que la invadió cuando emitió unos gemidos sordos. Cuando la vio morderse el labio inferior, supo que se estaba viniendo, y entonces ahí sí dio rienda suelta a su sexualidad y sintió el chorro que ya no podía contener más y se dejó ir en olas de placer.  Exhausta recostó su torso sobre el torso de él. Un sudor fino cubrió su cuerpo como un vestido. Con los ojos cerrados empezó a llenarle de besos la cara y los oídos de teamos. Se bajó de su cuerpo y se arrebujó entre la cama, entre sus brazos y muñones, entre su cuerpo. Y se quedaron dormidos con el ruido del televisor de fondo, felices por haber recuperado de entre los escombros de la Guerra un pedazo de la vida que la mina les quebró.
Este es mi pequeño homenaje a los soldados heridos en la guerra colombiana. Haz clic aquí para hacer una donación esta navidad.

Comentarios

  1. mauro martinez5:34 p. m.

    Del putas!! juan me habia comentado de tus escritos, pero vivirlo con los ojos es mucho mejor!!
    Larga y buena vida a los soldados de mi patria!!
    aajjuuuaaa!!! FE EN LA CAUSA

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  2. Increible... sin palabras. No puede despegar mi mirada de los renglones... hace mucho no hacia eso!! Felicitaciones...

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  3. Hola. Acabo de escuchar la nota de la W y leí su relato. Me impresionó y me gustó esa sensualidad y pasión que desborda a la vez de humanidad y temores humanos. La felicito. Vivo en San Agustín, en las montañas de Colombia, a 70 km. de donde nace el Río Magdalena. Hasta aquí la escuchamos y tuve que escribirle. Le dejo mi dirección en Facebook por si desea contactarme. www.facebook.com/kybalyon
    Nuevamente felicitaciones. Ricardo

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  4. Precioso, sublime,perfecto... Que manera más bohemia de despertar sentimientos... Que lindo homenaje a nuestros soldados; victimas de la ignorancia de los ricos y delos pobres, de la desfachatez de quienes tienen el poder y de quienes lo presumen a las malas...

    Que lindo! Gracias!

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  5. hola soy un ex soldado perdi una de mis piernas, antes que nada disfrute mucho tu cuento, las imagenes vinieron a mi con cada palabra que leia, por supuesto pense en casos que he visto y que me han contado y que he vivido. pasando a la realidad un hombre puede perder las 2 piernas y los 2 brazos pero sigue seindo un ser sexual, muchas veces la gente me pregunta si soy capaz a lo que con risas respondo perdi la pierna no el pene, he visto casos de personas en la situacion que describes que se vuelan del batallon de sanidad para irse con jovencitas de rumba y terminar en moteles, claro imagino no sera lo mismo, un hombre puede perder todo pero mientras tenga pene habra ereccion, a no ser que exista la leccion de un nervio. me impresiono la precision de la forma de hablar del sindrome del miembro fantasma de la que sufrimos los amputados, y por lo menos a mi el dolor me lo quita mi esposa tocandome y acariciandome detras de donde quedaba la rodilla, claro jamas he suspendido una relacion sexual por ese ni por otro dolor. Muchas gracias por incluir a la discapacidad a los soldados en tu relato y mostrar que es verdad que los discapacitados si podemos disfrutar de manera placentera de una sexualidad y una vida de pareja

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    1. Gracias por tu comentario. Me emociona mucho saber que te sentiste idenficado con el cuento y que acerté en algunas cosas. Un abrazo virtual!

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  6. esta mañana desperte tarde abrazado a mi esposa prendi la radio de mi celular, y entredormido escuche un fragmento de tu cuento ahi poco a poco fui despertando, me grabe el nombre de tu blog y decidi leer por mi mismo esta joya erotica. una vez mas muchas gracias

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  7. Muy lindo e interesante! erótico y sexual! sobretodo cercano...

    Gracias por este ejercicio de escritura que desborda la creatividad buscando acercarse a esa realidad especial de su protagonista. La w radio me trajo acá y he quedado gratamente sorprendida.

    Felicitaciones

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  8. Hola Beatriz:
    Después de escuchar tú entrevista en la “W”, no pude contener mi inquietud de entrar a tu blog para felicitarte y conocerte un poco más. Sencillamente me encanto. Y el hecho de que una mujer exprese el erotismo de esa forma, lo hace y te hace más interesante.
    Soy artista plástico. Mi pintura esta catalogada como “Arte erótico”. Tengo algunas cosas que he escrito y me gustaría compartirlas contigo. He escrito poesía y cuento. En el momento estoy preparando mis próximos cuadros y estoy en los borradores de una novela que espero terminar este año. Pues escribo a la antigua con lápiz y papel.
    Te envío mis direcciones webs, ahí encontraras mis pinturas, mis escritos y una reseña de mi trayectoria. Quedo a la espera de tus valiosos comentarios.

    www.enriquenavarro.com.co
    enriquenavarro.virtualgallery.com.

    Aquí una pequeña muestra de “Intimidades”:

    ...y tus muslos que caen sobre mi boca
    como una pálida rosa
    en donde la llave de mi lengua
    pretende liberar,
    en un quejido,
    el pájaro que tienes
    enjaulado…

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    1. Gracias Enrique por tu comentario. Ya entré a tu galería virtual y te dejé un mensaje entre los girasoles y las mariposas. ;) Abrazo cibernético.

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