La vibración de un mundo

Volver a la ciudad como si nada, como si nunca me hubiera ido, como si mis pasos no hubiesen dejado de hacer huella en sus calles. Volver a la ciudad y encontrarla igual y hasta más bonita, como dos amigos que se encuentran después de una larga ausencia y se hallan iguales, cambiados y mejores. Una nueva vía aquí, un edificio más alto allá, una senda de ciclistas, pero al final el mismo clima, el mismo suelo y la vibración de un mundo al que ya no pertenecemos.

Redescubrir el acento de sus habitantes y su forma de llevar el cuerpo, de fumar un cigarro, de dirigirse a los demás. Descubrir que tal vez, a pesar del tiempo fuera, seríamos capaces de volver, de quedarnos. Quizás sean los pajaritos que te despiertan por la mañana o tal vez el ruido de los autos que se mete por la ventana, el caso es que dormir por estos lares es un arte escaso porque lo que quieres es salir a recorrerla a pie o en auto, pero andar y desandar tus pasos y tu vida en una ciudad que fue tuya y ahora te es extraña.

Para sentir el sabor de una ciudad no es suficiente una semana. Tal vez haya un caos más alla del lugar donde te hospedas, de las invitaciones de los amigos, de las compras reglamentarias. Tal vez cuando pase la novedad de volver y todo se vuelva cotidiano entre el hastío por una puerta y se instale, tan campante, en uno de tus sofás y ponga sus pies sucios de barro encima de la mesita de centro y cruce los brazos detrás de su cabeza, como si no estorbara, como si su presencia no fuera inoportuna, como si nada.

Es allí que empieza la añoranza por ese otro lugar perdido. Por que entonces somos habitantes de dos mundos o de varios, pero en ninguno nos hallamos, en ninguno nos sentimos en casa y lo que tenemos en uno de ellos está ausente en el otro. Pero se queda con nosotros su vibración y ahora somos ciudad y ahora esos mundos nos habitan.

Comentarios

  1. Anónimo11:24 a. m.

    Tus palabras me recuerdan mis pasos andados y desandados en varias capitales. Me gusta meterme en todos los vericuetos por donde los locales no se meten. -¿Te metiste por allá y saliste con vida? -me dicen. Precisamente me meto en ellos a buscar la vida porque paradójicamente en esos sitios no hay fronteras entre la vida y la muerte. Como ser fronterizo, que anhela que se acaben para ser verdadero ciudadano del mundo, entiendo tu añoranza, tu saudade.
    JoseO.

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  2. Anónimo1:00 a. m.

    Si Butis, eterno castigo del que emigra. Nuestro Caribe tiene la particularidad de despertar esa magia. Buen viaje!

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  3. El precio de ser la diáspora. Ya nunca más nos volveremos a hallar, ni aquí ni allá. Aunque el tiempo todo lo resulve.

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