La mandala


Mandala Azul, Rodrigo Mendoza-Cortissoz
Mandala Azul, Rodrigo Mendoza-Cortissoz

Se sentó a meditar mirando la mandala. Fijó sus ojos en su centro: un cuadrado pequeño y blanco. A su alrededor varios triángulos formaban una estrella cuyos picos hacían un perfecto círculo enmarcado dentro de un cuadrado y así sucesivamente la mandala se iba expandiendo desde el centro hacia fuera.

Se sentía miserable pero trataba de concentrarse en la mandala por encima de la tristeza que le dejaba la boca llena de lágrimas. Trató de vaciar su mente como había escuchado decir a los maestros, pero los pensamientos negativos le invadieron.

No servía para nada, era mediocre y sentía hastío, desapego a la vida, ganas de dormir. Aún así contempló la mandala y poco a poco fue perdiéndose en sus formas.

Muy sutilmente percibió que algo a su alrededor había cambiado pues la habitación estaba ahora más oscura que antes y la mandala emitía una tenue luz, sus colores azul y blanco brillaban dulcemente y casi no percibía ruidos del mundo exterior.

Siguió con la mirada fija en su centro y fue entonces cuando empezó a ver que los dibujos en la mandala se movían, mínimamente, palpitaban. Los colores se hicieron más intensos, el azul pasaba por todas sus gamas hasta volver al azul oscuro y luego empezaba de nuevo. El blanco refulgía.

Empezó a ver verdes y rojos y pronto el cuadro tomó vida y las estrellas empezaron a danzar. Las figuras geométricas adquirieron relieve y comenzó a sentir una atracción especial por el cuadro. Algo en él le llamaba, le invitaba a entrar en ese mundo geométrico y cuadriculado, a perderse en sus laberintos de puertas triangulares, exágonos, cuadrados y círculos. Los ojos le lloraban pues miraba sin pestañear. Pero no pudo evitarlo y los cerró un instante.

Cuando los abrió estaba de nuevo en su cuarto, la luz ya no era la misma, escuchaba los ruidos de la casa, la magia se había perdido y la mandala seguía allí inmóvil, burlándose de su tonta ilusión de entrar en su lugar sagrado.

Comentarios

  1. Anónimo3:43 p. m.

    Pero, ¿quién dice que se perdió la oportunidad de ir a ese otro mundo? En realidad, sí estuvo allí, solo que lo olvidó.

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